San Miguel, jefe de la milicia celeste, tiene una gran importancia en la sensibilidad religiosa medieval. En el Nuevo Testamento, San Miguel aparece en el libro del Apocalipsis: combate y vence a un dragón, símbolo del demonio.
Ampliamente extendido en Oriente desde el Siglo IV, el culto a San Miguel no apareció en Occidente hasta finales del Siglo V con la elevación de un primer santuario en el Monte Gargano (Italia) en el año 492. Hacia el año mil, las iglesias y capillas dedicadas al Santo, se multiplicaron en toda Europa, con frecuencia en lo alto de colinas o promontorios. Tras la Guerra de los Cien Años. la devoción a San Miguel tomó una dimensión particular por el hecho de la resistencia del Monte a los ataques de los ingleses. Finalmente, este culto conoció un nuevo desarrollo con la Contrareforma: sólo el ángel militar, a los ojos de la Iglesia, podía asegurar la lucha contra la herejía protestante. En la iconografía cristiana, San Miguel está representado a menudo con una espada y una balanza. Las tradiciones y cultos populares han hecho de San Miguel el patrón de los caballeros y de todos los gremios de oficios asociados a las armas y a las balanzas. La estátua que remata el campanario tiene los atributos tradicionales del arcángel. Fué realizada en 1897.
La larga historia del Monte Saint-Michel habría comenzado en el año 708, cuando Aubert, Obispo de Avranches, hizo elevar en el Monte Tombe, un santuario en honor del Arcángel. El monte se convirtió rápidamente en un lugar importante de peregrinaje. En el Siglo X, los benedictinos se instalaron en la abadía mientras que más abajo, se desarrollaba un pueblo. En el Siglo XIV se extendió hasta el pie del peñasco.
Plaza fuerte inexpugnable durante la guerra de los Cien Años, el Monte Saint-Michel es también un ejemplo de arquitectura militar. Sus murallas y fortificaciones resistieron a todos los ataques ingleses e hicieron del Monte un lugar simbólico de la identidad nacional.
Tras la disolución de la comunidad religiosa durante la Revolución y hasta 1863, la abadía fué utilizada como prisión.
Convertida en monumento histórico en 1874, fué objeto de grandes restauraciones.
La Abadía del Mont-Saint-Michel es un monumento único, teniendo en cuenta la forma piramidal del Monte, los constructores de la Edad Media dispusieron los edificios en torno al peñasco granítico.
La iglesia abacial, situada en la cima, reposa sobre criptas que crean una plataforma capaz de soportar el peso de una iglesia de 80 metros de largo. El edificio de la Maravilla, frecuentemente evocado como florón de la arquitectura de la abadía, es el testimonio de la maestría arquitectónica de los constructores del Siglo XIII que lograron apoyar sobre la pendiente del peñasco, dos cuerpos de edificios de tres pisos.
Los grandes principios de la vida monástica influenciaron también la organización y la arquitectura de los edificios. La regla de San Benito, a la que estaban sometidos los monjes del Monte, preveia que pudieran dedicar su jornada a la oración y al trabajo. Dos grandes imperativos prevalecieron durante la construcción de la Abadia del Monte Saint-Michel; las exigencias de la vida monástica y las dificultades topográficas.
Promulgada por Benito de Nursia en el Siglo VI para su monasterio del Montecassino (Italia), esta regla prescribe la oración y el trabajo, regla observada por la Orden de los Benedictinos entre otros.
Los hombres de la Edad Media veían la Abadia como una imagen del Paraíso, la representación de la Jerusalén celeste sobre la tierra.
Desde 1979, el Mont-Saint-Michel está incluido en la lista del patrimonio mundial de la UNESCO.